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POR QUÉ PADECES 63, X No reina la paz en mi casa. Pues es una desgracia tremenda, lll1ermano mío,. para tí y'para la familia de que formas parte el que se haya ausentado de ella la paz, ese don del cielo, et mayor bien de las almas, después de la vir.tud. ~o hay cosa más hermosa de ver que una familia unida por el carií'ío y gozando de tranq.uilidad. Aquél intercambio de amores puros, de miradas a– fectuosas, de frases de atención y de rasgos de sacrif,i- . cio hacen del hogar doméstico eso q,ue llaman los poe– tas .un idilio, e involuntariamente se acuerda uno de los goces de la otra vida, al ver una escena de esas, tan llena de encantos. Pero hay u,n aforismo que dice qu~, la cosa mejor, del mundo se convierte en la peor cuando se co– rrompe, y eso sucede en este caso. Porque no hay odios más priofundos,. ni expresiones, más insultantes, ni altercados más f.uriosos que los que tienen entre sí, cuando se· aborrecen, las personas que: por la naturaleza están destinadas a amarse. El cielo del hogar se convi,erte entonces, no en,

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