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60 PoR QUÉ PADECES de dolor, entre cientos de corazones agradecidos, al– gunos corazones ingratos. Yo no soy pesimista, y me guardaré bien de afirm1,1r que la mayoría de los mortales sea desagradecida a los favores que recibe, porque creo que eso no verdad; pero sé que el número de los desagradecidos es muy grande, y en nuestros tiempos es todavía mayor. Digo mayor, porque escritores sectarios han pro– pagado entre los pobres ta doctrina falsa y perniciosa de que la limosna que los ricos les dan no es obra de caridad, sino una rigurosa restitución, largo tiempo de– morada, de una cosa que algún día les robaron; y esto es causa de qµe muchos de ellos, al recibir la limos– na, no muestran gratitud, s:no la indignación de un acreedor. a quien se le restituye tarde y mal una pe– queña parte de lo que se le arrebató. Este es un hecho dolorosísimo, pero es un hecho, como 16 s.aben muy bien los que se dedican, singular· mente en las poblaciones, a obras de beneficencia. Por eso, hermano mío, sigue mi consejo, y con tus obras benéficas depara a tu ei;píritu, para que actúe desde allí, esa región alta y serena a donde no llegan las ingratitudes de los hombres, porque en ella se ama a Dios por ser Dios, y se ama y se ayuda a los hom– bres solo por ser hijos de Dios; y todos lo son.

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