BCCCAP00000000000000000000612

58 POR QUÉ PADECES Si hay felicitad natural en la tierra, creo que debe– rá estar en ser llamado, como aquel Emperador de Ro– ma «el amor y las delicias del género humano-,,, Pero de tanta intensidad como ese placer es la pena que se experimenta cuando nos hiere la ingratitud; y por esa pena, según me dices, está pasando ahora tu espíritu. Y te quejas con amargura; y llamas, sin duda, cien veces ingrato al corazón que no ha sabido correspon– der a tus finezas. ¡Ingrato! Pero ¿te has dado cuenta, hermano mío, de lo que dices? Porque no hay palabra más improce– dente que esa en labios humanos. No cabe duda que esa palabra expresa en muchas ocasiones un hecho verdadero; pero aún en ese caso .¿cómo tenemos valor para dirigir a nadie ese reproche, sin que se nos cubra el rostro de rubor, si respecto del Bienhechor más insigne, del Bienhechor por excelen– cia, que es Dios nuestro Sefíor, vivimos- nosotros, di– gámoslo así, en un estado de constante ingratitud? *** Pero quiero hacer caso omiso de, esta observación, capaz de hacer enmudecer a cualquiera, para condes– cender con tu situación aflictiva y darte un consejo, que presérvará para siempre a tu alma de esa embes- -tida del dolor.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz