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POR QUÉ PADECES 5'7 tro Señor, haciendo donación de lo que sobra en su ser, en sus actividades o en sus riquezas, a otra persona que hace por entonces el papel de necesitado o ayuda• do: y este papel de menesteroso a nadie gusta el re• presentar. Por eso afirmó el príncipe de los ingenios espafio– les, que la ingratitud es hija de la soberbia, y Santa Ter¿sa de Jesús, que, por ser sánta era humilde, dice, hablando de sí misma: «soy de un natural tan agrade– cido, que con una sardina que me den, me sobornan.», Para el humiide es cosa grata y fácil mostrar grati– tud a sus bienhechores; pero el orgulloiio encuentra siempre cierta dificultad interior en decir con las pala– bras o con los hechos: «He necesitado de tí y me has ayudado. Te doy las gracias por ello.» * * * Y qué placer tan puro e inefable hay en sentirse ob• jeto de las bendiciones, de la gratitud, y por consi• guiente, del amor de los demás! Fuera de los goces sobrenaturales ¿qué goce hay que pueda compararse con él que siente una persona de: la cual pueden decfrse y se dicen estas o parecidas fra– ses: «He 'ahí un hombre que es el verdadero paño de lágrimas para este puebló. He ahí el amparo de todos. los afligidos. No hay necesidad que no socorra, ni llan– to que no enjugue, ni pobre de quien no se compadezca?'

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