BCCCAP00000000000000000000612

54 POR QUÉ PADECES alma, lenta pero infaliblemente. Así lo demuestra la f·x– periencia. Haz, pues, un esfuerzo para sobreponerte a tu de– bilidad, y deja que pase un día y otro sobre tu tribula· ción, que ellos la gastarán, como el agua gasta la pie– dra por donde pasa. Y además ¿quien sabe si, al permitir Dios el desvío y el alejamiento de ese corazón en quien cifrabas tu di– cha, no ha hecho ese Padre amoroso otra cosa que a– partarte de una desgracia? ¡Cuantas veces sucede así! Ni con el pensamiento ni con la pdlabra debemos otorgar a nadie el honor de hacer nuestra felicidad, porque esa misión está reservada inalienablemente a Dios nuestro Señor. A la vista está por otra parte que estos profundos desengaños traen grandes bienes a las almas. La tribulación lleva en sí misma la virtud de hacer– nos pensar y acercarnos a Dios; pero el desencanto causado por un amor de estos mal correspondido pro– duce una reacción religiGsa verdaderamente formidable. Cierto que si. el alma, víctima de una de estas pe– nas, tiene poca fe, lejos de volverse a Dios, se entre– ga a la desesperación, y hasta llega a tomar resolucio– nes fatales. Pero cuando ese contratiempo recae sobre un alma

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz