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POR QUÉ PADECES . 47 ¿Dónde hay dos hombres que hayan entablado en la juventud relaciones de amistad, y de los cuales pue– da decirse cuando hayan llegado a la vejez ¡aún son amigos? Es un caso raro en la historia de un hombre,. Y es que todos llevamos ea la inteligencia, de un modo inconsciente, la imagen del amigo ideal, y ese amigo es el que buscamos, y ese es el, que no hallamos. jamás. Y no es que no exista el amigo, ideal. Existe en la, realidad el hombre 'ideal, y ¡¡,or, consiguiente, existe tambien el amigo ideal, del cual podemos reeibir y al cual podemos entregar el corazón en la hora ¡;¡ue ¡;¡ue– ramos, y sin peligro de que jamás nos abandone ni nos sea infiel. Ese amigo es único, y se 1la1nafesucríSto, PE.ro nosotros, sin darnos cuenta de ello, queremos y nos empefiamos en que no ha, de ser único, sino que ha de haber muchos Jesucristos en el mundo, y ahí esta nuestra equivocación. Porque la verdad es que todas las criaturas, a las que consagramos nuestro amor, pueclen desencantarnos y hacer.nos traición; pero Jesucristo j,amá-s, A los veinte años se dice: estoy desengañado de tal hombre. A los cincuenta años se diee: estoy desen• gañado de los hombres. Pero ¿q.uien, despues de pro– bar la amistad de Jesucristo, ha dicho jamás: estoy desengafiado de Jesucristo? Esa frase no se ha pro– nunciado todavía en la Uerra y se puede jrurar por su Corazón amantísimo y ii,delísimo,. que nunca, se pronun-

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