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46 POR QUÉ PADECES _¿Qué ha sucedido allí? que el pequeñín, que parecía que estaba todavía incomunicado con el mundo, ha per– cibido muy bien la reprensión, y le parece que ya no es amado. ¡Misterios de la naturaleza! ¡Tan precoz es en el hombre el deseo del amor! Al formar Dios el corazón humano parece que le dice: ¡anda y ama! y las dos cosas empieza a hacer, la primera inmediatamente, y b segunda muy poco tiempo después. Ya en la infancia de la vida comienza a tender sus hilos de amistad a una parte y a otra, buscando otros corazones que le correspondan, recibiendo y devol– viéndoles el amor. Cierto que en el cielo ha de encontrar el alma plena satisfacción, amando y siendo amada de Dios, y que aún en este mundo hay almas que viven de solo ese amor y en él encuentran su felicidad; pero la inmensa mayoría de ellas, por razón de sus imperfecciones, no se encuentran en este caso; y como consecuencia, cada alma entretiene su hambre como puede, procurándose el amor de las criaturas. Y sucede, naturalmente, lo que tiene que suceder, y es que, siendo tan formidable la capacidad de nuestro amor, las criaturas n.o nos satisfacen; unos a otros nos desilusionamos y nos desencantamos, y los hilGs de las amistades se van rompiendo unos tras otros, bus– cando sin cesar las almas nuevos amores para probar fortuna, y sufrir siempre la misma decepción.

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