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44 POR QUÉ PADECES resignadamente, es sublime. ¡Qué preciosas son esas lágrimas que derramas y qué caudal tan enorme · de merecimientos hay encerra– dos en esa conformidad ·silenciosa, ante los restos de .tu fama desti:ozada! ¡Sufrir por amor de Dios y callar! Esa es la fórmu– la más elevada de la perfección. Sufre y calla tú, hermano mío, y la gloria y los go– ces de una felicidad que no tendrá fin, vendrán pronto a premiar tu inmenso dolor.

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