BCCCAP00000000000000000000612

POR QUÉ PADECES 39 muy pocas las almas espirituales capaces ·de ese rasgo moral, que, por lo insólito, parece hHoico. La vida espiritual se nos hace fácil a todos hasta lle– gar a ese punto. Confesar y comulgar, practicar integra y ordenada– mente nuestras devociones, y hasta entregarnos a la penitencia (a una penii.encia que nosotros mismos haya– mos elegido) suele ser para nosotros yugo suave y carga ligera; pero que nadie toque a nuestro honor, y menos con una acusación falsa, por leve que sea, por– que la persona más santa,' que cinco minutos antes hacía oración y parecía abstraída de todo, despierta súbita– mente, al sentirse herida en la. honra y exclama: «¡No señor! eso no es verdad. Yo no he hecho eso. Es una ·calumnia.» Es verdaderamente ta ocasión en que se sorprende uno a sí mismo, y se avergüenza, al ver, como en un termómetro que de improviso se le pone delante de los ojos, la poca altu.ra que marca su virtud. Y el caso es que para cohonestar nuestra defensa, siempre encontramos razones muy juiciosas y muy a– tendibles. «Es conveniente, decimos, que se restablez– ca la verdad; hay que procur.ar conservar el buen nom• pre; la misma Sagrada Escritura lo aconseja así; no de– be permitirse que triunfen las lenguas de los maldicien– tes; al contrario, hay que reducirlas i;tl silencio, para que no se hagan más procaces.» Rn fin, que _siempre es para nosotros la hora ~e 1~

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz