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POR QUÉ PADECES 37 a esa sublime y divina constancia estamos todos salvos. He ahí nuestro eterno modelo, en eso como en todo lo demás. lmítale tú; y en teniendo para tus obras la aproba– ción clara de tu conciencia, y por añadidura la aproba– ción de los buenos, ora, muévete y trabaja, con la ma– yor actividad y con la mayor tranquilidad.

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