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36 POR QUÉ PADECES «¡Estoy aburrido! ¡Esto no lo puedo yo soportar! ¡Voy a dejarlo todo/» No procedas tu así. No lo dejes, ni todo ni nada. ¿Por qué ha de estar en la facultad de los más imper– fectos, de la parte menos apreciable de la sociedad, ni el forzarte a modificar tus procedimientos, ni el ha– certe abandonar tu puesto, ni el robarte una hora de paz siquiera? En cuanto empieces a hacer algo que atraiga sobre tí la atención y los aplausos de las gentes, cuenta con las murmuraciones, por que ellas han sido y serán si.em– pre el acompañamiento de todas las grandes obras. ¿Murmuran de tí? ¿Y son esos los que murmuran? Es natural que no guste lo bueno a los malos. Nada excelso se ha hecho en la ti~rra sin que haya sido murmurado.de muchos; ni 111 Redención del mundo siquiera, que tuvo sus detractores malignos, como to– do lo demás. Porque en Jesucristo no solamente fueron murmu– rados sus milagros y su doctrina; fué censurado su mis– mo acto de redimir a la humanidad. Y le invitaban sus enemigos a que lo suspendiera, diciéndole: «Si eres Hijo de Dios, baja de la Cruz» No les parecía bien que, siendo Hijo de Dios, muriera de ese modo. ¿Y qué hizo Jesucristo al oir estas palabras, más insensatas qite impías? Pues Jesucristo dejó hablar, es . decir, dejó murmurar, y siguió redimiendó. Y gracias

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