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POR QUÉ PADECES 35 Pero ¡ay de tí, si los hombres o las circunstancias te sacan de la oscuridad y empiezas a brillar! porque será como si al llegar a la cumbre, apretases con el pie et botón de un timbre eléctrico, que sonase en la llanu– ra, despertando á todos los murmuradores, vidi;;t~:::á:n~~~~\:~::~~~~~- ~~:;c~¿:n;¡°s! i:n::: · J rabies; si no lo son, te atribuirán mala intención en ellos, publicarán tus faltas antiguas ya olvidadas, y ·1' hasta se cebarán y harán burla de tus defectos físicos; esos defectos de tos cuales el hombre ni se puede en- mendar, ni puede arrepentirse. Todo eso vendrá .sobre tí infaliblemente; porque es· ya regla general que los enemigos nacen para el hom– bre el día en que el hombre nace con honor a la vida pública, en cualquier forma que sea, · Compa'dece, hermano mío, a esos profesionales de la detracción, y despreciando sus palabras, sigue imper– térrito tu camino; y si tus trabajos te proporcionan repu– tación, disfruta d:.:; ella y si tus triunfos te crean un nombre prestigioso, goza de él, atribuyéndolo todo a Dios, santificado antes con la recta intención, que de– be ser el alma de todas nuestras obras. No imites a esas personas tímidas y apocadas que, en cuanto empiezan a actuar en público y les comien– zan a llegar las primeras oleadas de la censura, repro– bando su modo de proceder, se acobardan y exclaman: .
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