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POR QUÉ PADECES 29 Y ¿qué sabes tú, por otra parte, si esa gloria a que aspiras no es un estorbo para la paz y aun para la .sal– vación de tu alma? · No es raro. el caso de que un comerciante, al entre– gar un objeto precioso al comprador le dé este consejo: «Cuide usted de que vea.poco la luz. Presérvelo usted de la luz lo mas que pueda». Lo mismo podríamos decir de muchas almas. Les conviene en este mundo .el oscurecimiento, el eclipse y el olvido, si se han de conservar bien y han de per– feccionarse, para brillar después y dar mucha gloria a Dios en el cielo. ¿No te convencen todavía estas razones, hermano mío, ni bastan para disipar tu tristeza? Pues. piensa en las faltas que cometes y te sentirás luego avergonzado de a.spirar a las alabanzas humanas. Es curioso lo que nos sucede a todos. En el fondo de nuestro. ser cometemos mil infidelidades a la ley sin más testigos que Dios, la conciencia y después el con– fesor; y no obstante tenemos la pretensión de conseguir un trono de gloria en la opinión de los demás. Pues Dios ha dicho: «Al que me honra le honraré y los que me desprecian serán despreciados» ¿Qué sería de nosmros si Dios ejecutase siempre esa sentencia en este mundo? ¿Dónde estaría nu.estra '1 1

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