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POR QUÉ PADECES 21 La enfermedad corporal representa, pues el reina.: do del espíritu; y la experiencia demuestra que el hom– bre, si no lo ve todo arruinado, ni adquiere casi núnca el perfecto equilibrio moral, ni entra en razón, ni se vuelve enteramente a Dios. Tanto es así, que en cuanto un enfermo grave em– pieza a recobrar la salud, es decir, _emprende la vuelta hacia .el mundo del cual le parecía que se iba a despe– dir, comienza a disiparse, a pensar menos en Dios y a cometer más faltas. Todos los enfermos que lean este párrafo me darán la razón. * * * No te aflijas, pues, excesivamente por tus dolen– cias, hermano mio. Tal vez la acerbidad de tus padecimientos te hará, en ocasiones, gemir y gritar: ¡Dios mio! ¿dónde estás? Ahí está, hermano querido, amándote más qu:~ nunca; ahí está, cerca de tí, más cerca que la madre que te arregla las ropas de la cama, más cerca que la hermana que te sirve la taza de caldo o el vaso de leche, dentro de tu alma, midiendo y pesando todas tus angustias para prémiarlas algún día. Yo no sé como mirarás tú estas cosas, pero a mis ojos, todo lo que se refiere a un enfermo es respetable y casi sagrado; la habitación donde está, el lecho don– de sufre, que me parece a mí como el altar de los ho-

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