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POR QUÉ PADECES 19 o más tarde, en una forma o en otra, tienen que sufrir ambos sus consecuencias dolorosas. 2.ª El mal del cuerpo, que es la enfermedad, es efectivamente un mal para el cuerpo, porque ia enfer– dad es una desorganización, y eso es un mal para un ser que se destina a estar organizado; pero, si se sufre con paciencia, se convierte en un bien eterno para el cuerpo y para el alma. · No. olvides, hermano mío, estas verdades y haz de ellas en tu vida práctica frecuente aplic<Jción. *** Lamentable es ver a un enfermo postrado en la cama y sufriendo agudos dolores; pero, sabido es que casi siempre la enfermedad que atormenta al cuerpo favore• ce al espíritu, y, por consiguiente, favorece al hombre. San Pablo se quejaba dulcemente a Dios nuestro Sefior y le suplicaba que le curase cierta dolencia cor– poral que padecía; pero el Sefior le respondió: «Te bas– ta, Pablo, mi gracia, porque en la enfermedad se ro– bustece la virtud». l't, Fácil es de nqtar en todo hombre sano cierta actitud inconsciente de suficiencia y hasta de 'altivez, produci– da, sin duda, por la idea que tiene de que la muerte está lejos para él y de que se basta a sí mismo para todo;. pero llega ese emisario del dolor, lo derriba en el le•

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