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POR QUÉ PADECES de sus ojos; y El te ha reducido a ser uno de ellos~ para que veas por experiencia sus padecimiemtc,s.. Tal vez el Sefíor celoso, como Esposo amantísimo, de la posesión de tu alma, y viendo en las riquezas como un valladar que le impedía acercarse a ella, lo ha derribado sin miramiento alguno, para hacerse su due– _fío absoluto. O tal vez ha visto en tí un espíritu de temple eleva• do, capaz de re~ibir esa tribulación de tan alta catego-– ría, y ha querido que la probases, haciéndote grande con ella. Ignoro yo e ignoras también tú los motivos que ha: tenido el Sefíor para trasladarte al grupo d_e los pobres, con los sufrimientos singularísimos que esto lleva para, tí; pero una cosa sabemos tú y yo, y es que con ese– dolor que te ha enviado busca tu felicidad, como busca, el médico la salud.del enfermo, cuando lo somete sin1 compasión y sin hacer caso de sus·alaridos, a la. opera~– ción quirúrgica. Dios hiere para sanar, mortifica y vivifica,. humi~ lla y ensalza, lleva hasta las puertas de[; sepulcro, _ y luego hace volver atrás; o, como dice el pueblo con, frase vulgar, pero que vale por un buen capítulo de Ascética, aprieta, pero no ahoga. Déjate tratar, hermano mío, por el que te quiere bien, y permanece en silencio y sin protestar, como una, víctima que ha sido colocada por las manos del mismo, Dios sobre el altar de los sacrificios palia serinmolada;:

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