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POR QUÉ PADECES 157 uso de razón y puede comprenderla, le anima a la pa– ciencia, diciéndole: «hijo mío, sufre con resignación: Mira aquí a nuestro Sefior Crucificado, que te ama mu– cho, y ha padecido por tí», Cuando ese nifío se hace hombre y ha formado una familia, si el día en que les visita la tribulación, pierde él la calma y se desespera, sus hijos le animan, como su madre le animaba a él, diciéndole: «Padre tenga us– ted paciencia, que Dios no nos abandonará; y además, él ha padecido en la cruz por. nosotros y mucho más que nosotros». Y cuando ese hombre está ya despidiéndose de la vida en lucha angustiosa con la última enfermedad, po– nen sus hijos el crucifijo en su,; manos ya frías, dicién– dole: «Béselo usted, padre. Es nuestro Sefior; el que nos ama a todos mucho, el que ha muerto por usted. Béselo, y tenga confianza én él». Y besándolo muere. La mayor parte de los cristia• nos mueren, besando la Imagen de su Dios muerto. ¡El Crucifijo! ¡Las rodillas se doblan solas, la ca– beza se inclina por sí misma y la mano hiere incons– cientemente el pecho delante de ese símbolo viviente del amor y del sufrimiento! ¿Quién, ante esa Imagen sangrienta osará formu– lar una queja por sus penas propias, sin sentir ensegui– da que la queja expira en sus labios?

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