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156 POR QUÉ PADECES A esto hay que afiadir, que su inteligencia infinita agrandaba sus penas con su mismo poder, porque veía toda la gra:vedad del pecado, y todo su número y todas sus circunstancias. Todos los crímenes de la humanidad pecadora, pa– sada, presente y futura, percibidos con una sola mira– da, causaron en él el mayor de los dolores, hasta ha– cerle sudar en el huerto. Jesucristo se afligió profundamente_ por pecados que no se han cometido todavía. ¡Qué lejanías tan inmensas ve uno extenderse ante sus ojos al pensar en esto, y cómo dilata esa observa– ción la idea que nos formamos de sus padecimientos! El pueblo cristiano, instruido por sus sacerdotes en esta materia sabe que Jesucristo ha sufrido más que todos los hombres. No ignora que ha habido' también cristianos que han sido crucificados; pero está cierto de que nadie ha igualado a Jesús en sus sufrimientos, porque nadie ha sido tan sensible como él, ni ha amado como él, ni ha nacido expresamente para redimirnos por el dolor, co– mo él nació. Por eso la imagen de Jesús Crucificado es para el pueblo la última palabra que puede decirse a un ser afligido, el consuelo de los inconsolables. La madre. que ve pªc;lt;(:er a su nifío, que ya tiene

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