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POR QUÉ PADECES 147 No se sufre entonces porque faltan los placeres del mundo, sino porque sobran,- es decir porque se siente el vacío de todos ellos. El alma empieza a verse afectada: de eso que se llama el mal del país,- y el país en ese caso no es es– ta tierra, asilo del dolor, sino otra región de donde el dolor está proscrito. ¿Quién podrá describir la naturaleza de ese tedio sublime y sagrado? La juventud no lo conoce general– mente, a no ser la que se siente predestinada por Dios a gran santidad; · Ese rayo de luz nostálgica que toca los dos mun– dos, el nuestro y ei. de los bienaventurados, no brilla sino cuando las luces de la vida empiezan a palidecer, casi siempre en el último tercio de la existencia del hombre, Tal vez tú, hermano mío, que estás leyendo estas páginas, te hallas conmovido por este extrafío senti• miento. Nada te atrae profundamente, todo te cansa; y en ocasiones, con motivo de un espectáculo alegre y bullicioso, no se qué recuerdos vagos asaltan tu men– te, tu vida entera se sintetiza en un punto solo, abar• . cas con una mirada: general tu presente y tui pasado, y tus ojos se humedecen ert llanto. El acento de un cantar lejano, el eco de una frase melódica que llega a tus oídos, el sonido de la campa– na de la aldea resonando en el valle, remueven, no sé por qué resorte misterioso, el fondo de. tu ser, te hacen

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