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.1.44 ?OR QUE PADECES nuestra vista constantemente, y tan pronto es la tierra un verjel delicioso, como un páramo solitario, y ahora es la humanidad una sociedad de hermanos amables y queridos, y luego una multitud de seres antipáticos e inaguantables. Y es claro que no cambian las cosas ni los hombres en po.cas horas, pero cambiamos nosotros, y basta con eso. Pues bien, uno de los sentimientos qtie con más frecuencia visitan nuestro corazón, hospedándose en él, es el tedio. Ese es, sin duda, el sufrimiento que a tí te aque• ja ahora, y al cual no sabías ponerle nombre. Y ¿qué es el tedio? El tedio es una sensación de insipidez., de aburrimiento, de disgusto de la vida. ~o e& un dolor del cuerpo, ni tampoco es un dolor del espíritu, agudo y dilacerante. Es cierto molestar moral, como si dijéramos, la sensación del vacío, en un alma destinada a estar llena de grandes cosas. Y no hablo ahora de este tedio profundísimo y de origen sobrenatural que han padecido muchos santos, y entre ellos el Santo de los Santos, nuestro Sefíor Jesucristo; poiq_ue de misterios tan recónditos, poco o nada sabría decir. Hablo de los tedios naturales y frecuentes que pa– decemos.
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