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POR QUÉ PADECES 141 da;sino en.el porvenir. El porvenir es lo que te espan– ta con sus oscuridades y misterios. Realmente es cosa tremenda el ignorar, no qué nos sucederá mañana sino, qué querremos nosotros ma• ñana que nos suceda. La volubilidad de nuestra volúntad es cosa terrible, y trae a la inteligencia pensamientos que erizan los ca• bellos de terror. · Eres hoy bueno, y no sabes si querrás mafíana ser– lo. Ese es el problema para tí, para mí, y para todos. · Pues, hermano mío, yo no quiero profundizar en él, porque no es necesario ni conveniente. Solamente te digci una cosa y es esta: El que ha muerto para que tú vivas, rto consentirá que mueras, si tú mismo no te empefías en darte muerte. Este pensa- miento debe tranquilizar tu corazón. · Pero si no lo tranquiliza, si todavía temes, no im– porta. Ese temor te salvará. Así como la sal preserva el agua del mar de la corrupción, y los espinos defienden la fruta del jardín, el temor de Dios y de los castigos de Dios, mantienen al alma alejada del pecado y conservan la gracia divina. Cierto que el temor hace sufrir; cierta trepidación del espíritu, le llama Santo Tomás. Pero mientras el cuerpo sufre, vive; v mientras el alma teme, vive tam– bién espiritualment;, Ninguna alma comete una falta grave, sin dejar antes de temer. Mejor sería que amaras mucho a Dios, viviendo en

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