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140 POR QUE PADECES ta en su liturgia: Oh Dios, cuyas misericordias no tienen número y CUlJa bondad es infinita ... No temas, pues hermano mío. Que teman los que todavía no temen el pecado. Si el hijo pródigo, a los pocos días de su regreso al hogar, hubiera empezado a dar muestras de encogi– miento y desconfianza con su padre, es claro que éste le hubiera dicho: ¿A qué vienen e.sa timidez y ese es– panto que demuestras ahora? ¿No te perdoné? ¿No se celebró en este palacio una gran fiesta con motivo de nuestra reconciliación? Pu~s ¿porqué temes ya? ¿Qué opinión tienes de mí y como crees que hago yo las co– sas? Eso mismo podría decirte Dios a tí. · Vive, pues, con anchura de corazón, agradecido a la piedad divina y con un recuerdo tranquilo y doloroso de tus infidelidades; y en vez de pasar la vida espan– tándote de tí mismo y de Dios, dedícate a amar al que tuviste olvidado. El amor es el atajo, para todos, singularmente pa– ra las almas convertidas. Tu voluntad, que fué durante algún tiempo mala ¿no es ahora buena? Pues... ¡Paza los hombres de buena voluntad! Pero tal vez al pronunciar esa frase, «temo por mi salvación» no piensas en el tiempo, ni en la vida pasa-

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