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POR QUÉ PADECES 133 muerte, es decir, a esa región que lleva consigo todas las señales que vemos en los que realmente se mueren y después vuelven .atrás. Y ¿qué dicen al volver? Casi todos lo mismo. No sentfa nada. No me daba cuenta de nada. Para nú, como si hubiera estado dormido o muerto. Puede ser que haya alguna excepción de esta regla, pero me atrevo a asegurar, por lo que conozco, y por lo que he oído y he leído, que es regla muy general. Y si no han padecido entonces esos supuestos mori– bundos, debido a la honda perturbación de su organis– mo, ¿padecerán más tarde, cuando todos sus compo– nentes se hallan más cerca de su disolución, y el siste– ma nervioso, porconsiguiente, más inepto, para ejercí- • tar su propio oficio, que es transmitir las sensaciones?. Esto no es probable ni creíble. Las ·personas que rodean a un agonizante suelen estar poseídas de horror y compasión hacia él, porque lo creen sometido entonces a una suprema tortura, y con más razón si las manifestaciones de su agonía son aparatosas; pero aquellos sufrimientos no están más que en la imaginaciói1 de los circunstantes. Casi siempre sucede que todos padecen allí, excep– to el que está muriéndose. Las convulsiones de este último trance, los extre– mecimientos, la respiración anhelosa, etc. son fenóme– nos puramente mecáni,;:os, sin acompañamiento de sen– saciones,
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