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132 POR QUÉ PADECES dica, con rara unanimidad. He aquí algunas expresio– nes pertenecientes a distintos médicos notables. «La sensibilidad desaparece en el moribundo en el momento en que parece sufrir más.» .«Se muere, como se nace, sin saberlo;> «Por íntimo que haya sido el amor a la vida y el te– mor a la muerte, tos últimos momentos de un moribundo son de calma y serenidad., <He sido espectador de unas quinientas agonías y he visto que en ellas los moribundos no rev~laban la menor inquietud. Como el nacer, el morir era para ellos un sueflo y un olvido.» «Estoy firmemente persuadido de que el alma sale del cuerpo con la misma sencillez con que entró en él, . sin sensación alguna.> Esta es, amable lector, la voz dela ciencia. Y casi me atrevería a afiadir, que la experiencia viene a confirmar esta opinión, que puede decirse que llega a certeza moral. Verdad es que los últimos momentos de un agoni– zante no nos serán nunca . ciertamente conocidos, por– que nadie vuelve del otro mundo a contarnos lo quepa– só por él en el acto de morir. Pero si ignoramos lo que sucede en la última hora dé la vida, sabemos lo que sucede en la penúltima,– porque son muchos los que·llegan a los umbrales de la
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