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PoR qui' PADECES 131 ¿Qué cosa más violenta que un ab:1que de epilepsia? Y sin embargo los epilépticos no padecen durante el ataque. ¿Qué cosa más violenta que un acceso cardíaco? Y .a pesar de eso, si el acceso es gravísimo, es.muy fre• cuente que no sea doloroso. Hay más todavía. En las enfermedades que ·van acompañadas de sufrimiento corporal, éste cesa al lle– gar a cierto limite. El exceso del dolor suprime _el do· lor, y el exceso de la angustia ahuyenta la angustia, porque se pierde el sentido. Acontece como en la corriente eléctrica. Si es muy intensa, aumenta la luz de la lámpara; pero si crece mucho en intensidad, la lámpara se apaga, o porque se funde ella, o porque se funde el puente de plomo que está puesto allí cerca, precisamente para salvarla. Es una disposición providencial y paternal de Dios, que no permite que el dolor físico pueda crecer indefini– damente, sino que le ha dicho, como a las olas del mar: «Hasta aquí podrás llegar, pero no pasarás de aquí.» En exarcebándose mucho, se cortan las comunica• dones, y el alma se refugia en la región oscura de lo inconsciente, y allí, en vez de padecer, se duerme. En todo se muestra Dios con nosotros como un ver– dadero Padre. Es pues casi seguro que el dolor termina antes que · la vida, y, por lo tanto, que al morir no se sufre nada. De esta opinión son los doctores de la ciencia mé•

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