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130 POR QUÉ PADECES algo transcendental, y que está dando el organismo una batalla formidable. Es la defensa del ser contra un enemigo que impo– ne el no ser. Se ve pues que el aparato corresponde al hecho. Pero ¿correspohde en el moribundo la sensación al aparato? Es decir ¿sufre el moribundo todo el dolor, to– das las angustias que aquellas demostraciones repre- senta? Es casi cierto que no. · No puede haber sensación sin órgano apto para sen– tir, ni sufrimiento sin facultad para sufrir; y es en cier– to modo, verdad la paradoja de que para padecer <;orporalmente hace falta disfrutar de salud. Ahora bien, en un agonizante, cuyo espíritu está a punto de abandonar el cuerpo,. precisamente por inser– vible, el organismo se halla casi aniquilado, y este ani– quilamiento ¡;¡lcanza, como es natural, al órgan,o. gene– ral de la sensibilidad, que es el sistema nervioso. La agonía lleva consigo la incapacidad para pade• cer, por lo menos, para padecer grandes dolores. Y no sirve decir que la muerte, siendo como es violenta, tiene que ser dolorosa, porque no todo lo vio– lento va siempre acompañado de la sensación de dolor. ¿Qué cosa más violenta que un ataque de apoplejía, es decir, la ruptura de una arteria cerebral, con la ex• travasación consiguiente de la sangre? Y no obstante, este hecho que se repite cada día centenares, miles de veces, se verifica sin dolor alguno.

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