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POR QUÉ PADECES 12T El peso de los años podía más que su curiosidad y les doblaba la cabeza. Pero en su presencia, experimentaba yo cierta en- . vidia, y además veneración; y las imágenes que acu– dían entonces a mi fantasía, recuerdo que eran siempre las mismas, el telón de un escenario cubriendo un bellf 0 simo paisaje, el capullo obscuro de una tlor a punto de abrirse, o la nube parda, conteniendo a duras penas los rayos del sol, que se le tiltran por todas partes, y al fin han de triunfar sobre ella. Una cosa así me pare– cían mis oyentes. ¿Sabes,' hermano mío, .lo que te qui.ero decir con to– da esta poesia? Pues que, a pesar de todas las aparien– cias en contrario, la felicidad está para llegar hasta tí. Cobrn ánimo, pues. Acuérdate tnucho de Dios, tras– ladándote ya con el pensamiento al cielo,. a donde estás destinado, . . Invoca mucho a la Santísima Virgen, frecuenta los. santos Sacramentos, lee o haz que te lean muchas ve• ces algún libro piadoso, y no te acongojen, ni la des– pedida que está haciendo el mundo de tí, ni la pérdida de tus ilusiones, niel aislamiento o el abandono en que tal vez te encuentras, ni siquiera el ver que se deshace de día en día tu cuerpo, caminando rápido hacia la muer– te. Ni siquiera eso. El pajarito, que se apoya en l 1 a ra,ma seca del árbol, no sé asusta cuando la rama se mueve y balancea, pues el instinto le dice que, aunque la rama se rompa, él

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