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126 POR QUÉ PADECES ·en la. edad viril son siempre un interrogante angustioso. ¿Cómo terminará su carrera ese ser que ahora empieza a vivir, o que está en la plenitud de sus facultades? Nadie lo sabe. Es un problema sin resolver. Pero el anciano, cuando lleva ·vida cristiana, es un problema resuelto. Llevá el porvenir escrito en la fren– te. Su condenación es ya casi imposible. Apenas tie– ne que hacer otra cosa que extender la mano, y tomar el cielo que se lo van a regalar. Quiero decir, que con ún mínimo esfuerzo, su sal– vación es segura. Y ¿qué felicidad hay que puedt.. compararse con esta?. La vejez te va incomunicando cada vez más con el mundo. Mejor para tf. Todos los pasos que te alejan del lugar del destierro te acercan a la patria. La despedida que vas a hacer pronto de los tuyos es esta: «Me voy; y aunque nunca volveré a donde es• táis vosotros, vosotros iréis donde estoy yo, y el resul– tado será el mismJ; que volveremos a juntarnos, y pa– ra no separarnos jamás)), Varias veces me ha tocado el dirigir !u palabra des– de el púlpito a un auditorio compuesto casi exclusiva– mente de personas que se hallaban en el oca5o de la vida, y siempre sentía entonces una emoción singular.

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