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POR QUIÍ PADECES 125 nueva, y cambiando totalmente la significación q.e las· cosas. El fin se convierte en principio, el occidente es oriente, y cuando anochece, hermano mío, resulta pre– cisamente lo contrario, que está amaneciendo. ¡Qué emoción sentiría un ciego de nacimiento que recobrase la vista en una noche del mes de mayo! ¡Qué pasmo seria el suyo cuando viese luego, como lentamente iba desplegando ante sus ojos la naturaleza todas 5us maravillas, iluminadas por un sol, nunca visto por él hasta entonces!. Pues sorpresas mucho mayores te.guarda Dios, pa– ra hacértelas disfrutar dentro de pocos años, quizá den– tro de pocos días. ¡Eres anciano IJª, y está cerca tu fin! Es verdad. Pero como tu fin es Dios, Dios .es el que está cerca de. tí. Tu lamento se convierte, pues, en una expresión magnifica, que lleva consigo mejor contestación que la que podría darte yo. Tú mismo te la das. Deja que se aflijan los que están realmente cerca del Dios vivo, y no creen en El, o dudan de su exis– tencia. Pero a tí que crees, amas y practicas la religión, a tí que aguardas por momentos la aparición de una vida mejor, te está prohibido el afligirte. Un niño, un joven en la flor de la vida, un hombre

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