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10 POR QUÉ PADECES Abre, pues, tu corazón a la esperanza y a la alegría, hermano mío, y lleva con pacienci1:1 la cruz de tu po• breza, que no es más que para muy poco tiempo, por– •que estás en vísperas de entrar a heredar la gran po– sesión de la vida eterna; y cuando te asalte la tenta– dón de la desesperación o de la impaciencia, anímate pensando en la pobreza de jesucristo y diciendo: «En una casita como la mía habitó mi Dios cuando vivió en– tre nosotros; a una mesita como esta se acercó para to– mar su frugal comida, que quizá fué más frugal y po– bre que la que yo tomo; y si llega para mí un día en ,que no tenga ni casa en que cobijarme, también para mi Dios llegó un día en que no tuvo donáe reclinar su cabeza, ni otra cosa para apagar su sed en las últimas horas de su vida que la hiel amarga ofrecida por uno de sus enemigos.» «Soy pobre como el Nifio divino de Belén, como el Obrero divino de Nazaret, como el Predicador divino · de la Buena Nueva por los campos de Judea y Galilea, como el Muerto divino del Calvario, como el sepultado después en un sepulcro ofrecido de limosna». ¿Y quién no se animará a padecer resignadamente los efectos de la pobreza en la compafiía del mismo Dios, que fué ta111bién pobre, es testigo de ella, y den– tro de poco tiempo la ha de recompensar?

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