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POR QUÉ PADECES 117 crímenes tan horrendos! ¿Por qué guarda Dios silencio ante tanta provocación? ¿Cómo no castiga tanta mal– dad?» Repito que t::sta queja y esta actitud justiciera, son antiguas en el mundo. Los labradores de la parábola evangélica querían arrancar la cizafía del campo. Las almas de los que habían sido asesinados por la palabra de Dios clamaban desde el altar, y pedían a Dios venganza de sus enemigos, y dos de los Apósto– les querían que bajara fuego del. cielo sobre la ciudad que se había negado a recibir a Jesucristo. Y el caso es que todo eso sucede al fin, si el peca– dor, contra quien pedimos justicia, ai'íade a su pecado la impenitencia. La cizafia es arrancada, los asesinos de los siervos de Dios son eternamente castigados, y sobre.los pue– blos que despiden a Jesucristo, o persisten tenazmente en no quererle recibir, baja fuego del cielo, o bajan ellos al fuego, que es lo mismo. Todo eso se cumple inexorablemente, cuando el pe– cador se obstina en su maldad; pero no se cumple en la hora que el justo lo pide, sino en la hora de Dios, que casi nunca és la del hombre. Duefío& nosotros (aunque no sea mas que con la imaginación) de sesenta o setenta afíos de vida, preten– demos que en ese pequefío círculo encierre, digámoslo así, Dios nuestro Sefior todo el vasto plan de su Pro.~

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