BCCCAP00000000000000000000612

POR QUÉ PADECES 113 barca, hasta ponerme en este puerto seguro de salva– ción! Sin duda alguna que la visión de estas cosas ha de ser en el cielo, para nosotros, un manantial perenne de felicidad. La historia de nuestra vida es ahora para nosotros como un cuadro arrollado. Cuando Dios lo desarrolle, en nuestra presencia, en el cielo, quedaremos pasma– dos, al ver lo bien que ha conducido nuestras cosas, y casi siempre por medio del dolor. Y del mismo modo que los castigos que recibe un niño de sus padres, los siente en la niñez y los agrade– ce en la edad madura, así agi-adeceremos a Dios noso– tros, no solo sus beneficios, sino sus castigos, que, cuando se imponen por amor, son beneficios también. Creamos en El, hermano mío. Creer es confiar. «Aunque me mate esperaré en El», decía el Santo Job. A veces el cielo se nubla, y parece que la noche va a ser eterna; pero nunca lo es. Hay siempre detrás de las nubes, por oscuras y tormentosas que sean, un sol de justicia que aparecerá en su hora. Un ingeniero sabio . traza y corstruye tm túnel de mucha longitud; y, después de construído, envía desde él un recado a un hijo suyo, de diez años de edad, mandándole que lo recorra sin miedo de parte a partt.; que él le aguarda en el otro extremo. 8

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz