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·110 POR QUÉ PADECES pueden ganarse únicamente en este mundo, en poco tiempo y con pequeños dolores, ¿cómo no ha de apelar a ese medio, para aunientar el caudal de nuestra feli– cidad? Y así lo hace. El Señor dispone, prepara, crea expresamente ei dolor para las almas. Abundan los ejemplos, singularmente en la vida de los Santos, para demostrar esa extraña afirmación. Casi todos ellos sufrieron tedios, sequedades, y abandonos, que no eran producidos por el curso de los acontecimientos de la vida, sino enviados directamente por Dios. Cuando el dolor no viene, Dios lo llama; y no siem– pre es para castigar el alma, sino con el fin de hacerla más santa, y encontrar un motivo para concederle des– pués mayor premio. Pero nuestra repugnancia al dolor es tan natural, que con dificultad nos resignamos a admitir en noso– tros a ese huesped, que siempre nos parece un enemigo de nuestra dicha. Y, sin embargo, en muchas ocasio– nes no es así. En la Sagrada Teología hay un capítulo que trata de los Futuros condicionados. Futuros condicionados

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