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POR QUÉ PADECES 109 para que os hagáis más santos; aunque después os lo restituya en la otra vida. Pero me dirás. ¿Y no podría Dios santificarnos sin hacernos sufrir? ¿No podría suprimir el dolor en el mundo, y que, a pesar de eso,fuera fácil nuestra sal– vación? A eso te respondo yo: Pero siend.o pecadores ¿ya lo merecemos? Al hombre que ha pecado y es afügido, no le queda más derecho que el de guardar silencio. Nosotros sembramos de espinas el camino de. la vida, al sembrarlo de pecados: y cuando nos punzamos con ellas, de nadie nos podemos quejar, sino de noso• tros mismos. Pero aunque así no fuera, aunque el dolor no brota– ra de la tierra, como evocado por nuestras faltas, Dios lo crearía para nosotros; lo primero, para aumentar nuestra felicidad eterna, aumentando nuestros méritos, y lo segundo, para hacernos parecidos a su Hijo Divi– no, modelo de los predestinados, y hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz. La vida es breve; y por ser el único tiempo desti– nado a merecer, es preciosa.. A dos pasos de nosotros está la eternidad, en la cual todo es inmutable, y ninguna alma puede dar un paso, ni en el bien, ní en el mal. Dios; que se ve duefio de grandes riquezas, que

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