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POR QUE PADECES 107 ción, alternaríamos los dolores con las alegrías; las pri– meras, para hacer soportable la vida; y los segundos, para mantener al hombre lejos de la corrupción. Pues lo que a nosotros nos ensefiaría la experien– cia, lo ve Dios instantáneamente, y lo ejecuta. Esa es su sabia, su paternal providencia, de la cual se permiten murmurar muchos de los que se llaman cristianos. Y el caso es que ese sistema de conducta lo em– plea tambien el hombre en sus relaciones naturales. Con las personas a quienes ama tiene él tambien su providencia, y resulta que esa providencia es parecida a la de Dios. A los que ama, procura hacer felices; y, si para eso es necesario hacerles padecer, les hace padecer. ¿Quienes son los que llevan al enfermo a la clínica para someterlo a una operación dolorosa (pagando des– pués al operador) sino su familia, es decir, los que más le quieren en este mundo?. Cuando yo veo a una mujer aprisionando enérgica y violentamente a un nifio entre sus brazos para darle la medicina amarguísima que le ha de curar, dudo que aquella mujer sea su madre, si a los primeros gritos de la criatura, la abandona y deja de d.arle el medicamento. Pero si insiste, y forcejea y lo sujeta, aun hacién– dole dafío, diciéndole al mismo tiempo: <r ¡No te ha de valer! ¡La has de tomar!» Enseguida digo para mi. «Es su madrt:. No cabe duda.» Por el dolor, vengo en

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