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102 POR QUÉ PADECES lidad, no solamente porque ha padecido más, sino por• que ha padecido mejor que nadie. Mírate en ese espejo limpísimo, hermano mío, y co– pia en tu conducta los rasgos de la suya, pues las mis– mas razones que ella tienes para ser fuerte y estar tran– quilo, conformándote con la voluntad del Señor. La muerte, sin respetar tus alegrías y tu cariño, te ha arrebatado violentamente la pen;ona a quien ama– bas, apartándola de tí. Pero .ese apartamiento es de un día. ¿Y qué es un día, o, lo que es lo mismo, qué es la duración de tu vida comparada con la eternidad, don· de has de tener, además de la satisfacción de ver a Dios, el consuelo de ver y conversar con el ser queri– do, cuya ausencia te aflige y entristece? No hay ahora más que una cosa importante para ti, una sola, y es observar una conducta cristiana, que te asegure la llegada al mismo puerto de salvación, don• de se encuentra, o se ha de encontrar muy pronto, el ser amado a quien lloras. El se acuerda de tí, créeme, y te ama mejor que tú a él; y lo que más desea, o lo único que desea en este instante es que seas buen cristiano, para que vayas a juntarte con él en el cielo. Anímate, hermano mío, con estas reflexiones, capa·

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