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98 POR QUÉ PADECES XV Ha fallecido una persona querida para mí. Pues, si sientes su muerte y lloras por ella, imitas a nuestro Señor Jesucristo, que sintió también y lloró la muerte de su amigo Lázaro. Lo que haces, pues, no es ninguna cosa reprensible, sino nat)lral, y, en cierto modo, honrosa, porque de• muestra que tienes buen corazón. Pero aquí viene bien la frase latina: «Ne quid ni– mis», No hay que exagerar,· pues también en esto puede haber exageración y exceso. Porque hay personas que en casos semejantes dan señales de un dolor parecido a la desesperación. Se retuercen convulsivamente, Meren el suelo con sus pies, se mesan los cabellos y dan verdaderos ala- . ridos, como si les sucediese algo espantoso e irreme– diable; y esto constituye un espectáculo desedificante, y además falto de lógica. ¿No tenemos fe? ¿No creemos, en virtud de ella,

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