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- 33 - 'El mis.mo nombre de Frailes Men<;i,res y .todo el con– junto q.e la vida franciscana, sin exceptuar el vestido y la comida, nos recuerdan de continuo que hemos e.e huír de la soberbia y vanagloria si no queremos ser monstruos, porque monstruosidad horrenda es e1 que dentro de un pobre y humilde ropaje se esconda un coraz6n infatuado y corrompido por la' soberbia. «Una humildad profundísima, dice San Buenaventu– ra (r), hace muy buenas paces con la pobreza que he– mos prom,etido.>> 19. Es, en tercer lugar, espíritu de mortificación. Así como Nuestro Padre por su, vida austera quedó con– vertido en viva imagen de Cristo paciente, así quiere que también nosotros copiemos en nuestra conducta la mortificación de Cristo. A esto tiende la serie no in– terrumpida de m,ortificaciones y penitencias de la vida franciscana, pues las comidas no son exquisitas, los ayunos son frecuentes, los vestidos tan pobres que ni aminoran el calor ni resguardan del frío, etc., etc. La altísima pobreza, en fin, trae consigo muchas moles– tias y privaciones que nos ayudan a mirar al delo y a sufrir con igualdad de ánimo las consecuencias de una vida pobre y humilde. 20. ,El espíritu de nuestra Regla es, finalmente, espíritu de caridad. Nada hay en la Regla tan repeti– do y tan severamente preceptuado como la caridad fraterna : c<I,os frailes no desprecien ni juzguen a las demás personasn (2) ; <mo litiguen ni C'ontiendan con palabras, sino que sean pacíficos, mansos y humil– desn (3) ; ccmanifiéstense confiadamente sus necesida– des los unos a los otros, y cuiden con diligencia de los frailes enfermos)) (4). En una palabra : la caridad franciscana tiene por lema el siguiente : ccSi la madre ama y cría a su hijo carnal, ¿ cuánto con mayor dili- (1) Determin. quaestionum, p. II. q. 20. (2) Regla., cap. II. (3) Id., cap. III. (4) Id., cap, VI. 3
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