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- 196 El amor a nosotros mismos : No juzgan m obran bien los que huyen del confesonario por temor ele equivocarse o de perderse ; porque, una vez aproba– dos para oír confesiones, hemos ele creer que tenemos la ciencia suficiente y que, si llevamos recta inten– ción, tendremos siempre un auxi1io especial del Al– tísimo para promover el bien de las almas sin perder por ello la nuestra : Cierto es que Hjacienti quod in se est Deus non dene¡¿-at gratianrn. 307. Estos incentivos del celo son otros tantos fre– nos para contenerle dentro de los justos límites. No se promueve la gloria de Dios cuando obramos por fí– nes nada rectos, absolviendo, por ejemplo, ~ndebida– mente a ocasionarios para ganarnos fama de benignos ; o no corregimos ciertos defectos graves por no dis– gustar al penitente, etc., etc. Con tal proceder es derto que no promovemos el bien de las almas y que nada ganamos nosotros mismos al buscar nuestra con– denación siendo tan malos administradores ele los ta– lentos que el Señor depositó en nuestras manos (r). ARTICULO 3.º DE I,OS ES'l'UDIOS 1. 0 Necesidad ele los estudios. 2. 0 Personal do– cente. 3. º Vacaciones. r. º-Necesidad de los estudios. 308. Las tres lumbreras más insignes ele la Or– den Seráfica, Alejandro de TIalés, San Buenaventura y Escoto, constituyen testimonio abonado e irrecusa– ble de cuánta importancia se concedió a los estudios ya desde el principio de la Orden. (r) Cfr. Bu/sano, n. 454-457.

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