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-- 194 - 302. En breves palabras nos enseña aquí nuestro Padre San Francisco todo un tratado de oratoria al manifestarnos el fin, la materia, el modo de nuestras predicaciones y el tiempo que éstas deben durar. ,El fin no ha de ser halagar los oídos del auditorio con el floreo y la hojarasca de una composición hin– chada y pedantesca, propia de ignorantes y de ne– cios, ,como dice San Jerónimo (1), sino la utilidad y edificación del pueblo». El asunto o materia de nuestra predicación han de ser «los vicios y virtudes, la pena y la gloria», es de– cir, principalmente los asuntos morales, prescindien– do de asuntos obscuros, intrincados y profanos (2). 303. Respecto al modo, la~ palabras han de ser «examinadas», es decir, compuestas con orden y tra– bazón en todas sus partes, no truncando períodos ni repitiendo siempre lo mismo, ni abusando de las di- , gresiones, que extravían l¡i atención; en un¡i palabra : deben estar compuestas en conformidad con las reglas retóricas. Han 1de ser :también «castas», absteniéndonos en absoluto no tan sólo de las palabras y expresiones poco honestas, sino también de las demasiado trivia– les, que deshonran el sagrado ministerio, y de anéc– dotas que exciten la risa, lo mismo que del estilo sa– tírico que nunca sient;:i bien en el orador sagrado. 304. Por lo que se refiere al tiempo o duración de nuestras predicaciones, dícenos la Regla que sea «con brevedad de sermón» evitand!o todo lo que no se dirija a explicar o probar el asunto, o a mover la voluntad; pero también, como dice San Buenaventu– ra (3), ha de entenderse la citada expresión en senti– do literal, procurando ser breves para evitar el fasti– dio de los oyentes. Bien conocido es aquel antiguo ( r) San Jerónimo, carta a Nopociano, 5 2. (2) Constit. n. 204. (3) San Buenaventura, cap. IX de la Regla.
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