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para ser jueces de la Provincia, y tuvieren mayor co– nocimiento y ciencia de los que son mejo·res para ser elegidos en las Guardianías y demás oficios del Capí– tulon (r). Elecci6n del menos idóneo. 292. No obstante lo dicho, es bien cierto que en ocasiones el mismo bien común exige que sea elegido el menos idóneo con preferencia al más apto, por ejemplo, para adiestrar a jóvenes en el gobierno de las Comunidades porque van faltando ya los ancianos, o para no privarnos de un meritísimo predicador, Lec– tor, etc.; o también en ocasiones para evitar mayores males, según aquello de <<promoveatur ut remo– veaturn. Cuando después de algún escrutinio vemos que gran parte de lo,s votantes se inclinan a elegir a quien nosotros no juzgamos el más apto, motivos tenemos. para reformar nuestra conciencia y creer que es más idóneo aquel que, como tal, es juzgado por la mayo– ría: Nunca, sin embargo, se puede votar a quien ciertamente sabemos que no es apto (2). 2.º-Defectos que hemos de e'Vitar. I. º-LA AMBICIÓN 293. Mucha malicia y mucha insensatez se en– cuentra en el corazón de un Fraile Menor ambicioso, quien L10 conseguirá por ese camino la honra que bus– ca, porque bien pronto se traslucirán sus intenciones que le harán tanto más despreciable cuanto antes era más estimado de todos. El ambicioso, aun de los me– dios más rastreros y abominables echa mano para (1) P. Murcia, cap. XI sobre el VIII de la Regla, n. 21-23 Cfr. Prümmer, cuest. 77. . (2) P. Murcia, cuest. 6.ª sobre el VIII de la Regla.-Bono– nia, cap. VIII, I, 25 .-Cfr. Bulsanio, n. 431,
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