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- 160 no gozan cuando los ven ensalzados y honrados ? Pues mayor todavía, dice San Francisco, ha de ser el amor que entre sus Hijos debe siempre reinar. Caridad con los enf er1110s. TF,XTO: << Y si alguno de ellos cayere en enferme– dad, los otros frailes deben servirlo como querrían ser servidos ellos 1nismos.JJ 243. ,Este precepto grave de la Regla obliga prin– cipalmente a los Superiores a quienes, con razón: se aplica aquello del Eclesiástico 11): «Rectorem te j>o– suerunl? ... curam illorum ha.be ¡¡. Están, pues, grave– mente obligados a cuidar del alma de sus religiosos en– fermos, dándoles buenos consejos, pro,cnrándoles bue– nas lecturas y, sobre todo, facilitándoles la recepción de los santos sacramentos. También tienen grave obli– gación de procurarles lo necesario para el cuerpo en alimentos, medicinas, etc., recurriendo, si las limos– nas no bastaren, a los amigos espirituales, según en el capítulo IV les manda la Regla. Están muy equivocad 1 os aquellos Superiores que, con pretexto de la pobreza, son poco cuidadosos para proveer a sus enfermos de lo necesario, porque, como muy acertadamente nota el Padre Bulsano, la caridad es de un precio mucho más subido que la pobreza, y hasta parece que la misma Regla cede todos sus de– rechos cuando de la caridad hacia los frailes enfermos se trata (2). Enfermero. 244. Compréndese que el Superior no siempre pue– da cumplir por sí mismo con l¡i obligación grave que tiene de atender debidamente a sus enfermos : Por (I) Eccli. 1 XXXII, 1-2. (2) Buls., n. 363.
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