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·- .I34 - rg6. La generalidad de los expositores de la Regla, apoyados en las declaraciones de los Sumos Pontífi– ces Nicolás III y Clemente V, sólo reconocen en las citadas palabras un consejo o exhortación; y ésta es también la interpretación que les dan 1;uestras Cons– tituciones en su número 92. Pero, aunque no por precepto de la Regla, sí esta– mos obligados a trabajar (y esta es la primera razón) por derecho natural y divino, en lo cual no puede ha– ber opiniones. 197. Dos razones principalísimas movieron al Se– ráfico Padre para recomendarnos el trabajo: r.", el evitar la ociosidad, «que es enemiga del [miman ; 2.ª, para procurarnos lo necesario al sustento de la vida. Que ésta fuera la intención del Santo Fundador, no cabe la menor eluda, puesto que él mismo nos dice en su Testamento que acudían a las puertas del Se– ñor, o a la limosna, «cuando no nos daban la recom– pensa del trabajo)) : De lo cual lógicamente se infiere que es más laudable y más conforme con nuestra Re– gla ganarnos el sustento de la vida con el trabajo que no mendigándolo de puerta en puerta ( 1). 2.º--Clases de trabajo. 198. En todas las Ordenes religiosas hay múltiples ocupaciones que sabiamente han de ser distribuíclas entre los religiosos. Ingeniosa y sutilmente ha sido comparada nuestra religión Seráfica con los cuatro animales de que nos habla el profeta Ezequiel : «,El Jiornbre, dicen, significa a los sabios que enseñan y di– rigen a las almas; el le6n, a los que van a pedir limos– na ; el buey, a los que se dedican a los trabajos manua– les del convento, y el águila, en fin, a los entregados a la contemplación.)> Según esto, los clérigos y los sacer– dotes están obligados sólo al trabajo inlclectual y es- (1) Kazemb.-lglesias, cap. V, cuest. 2.ª, pág. 154-155.
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