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- 49 - rior de aquellas tierras, hasta que .llega- ron á Sierra Leona,· experimentando 1'rinnfos glo siempre la protección divina, ya eh gra- rlosos. vísimos peligros de la vida de que solo . por milagro pudieron verse libres, ya en el alivio de muchas necesidades en que se hallaron portentosamente· socorridos; pero entre tantas fatigas les servía de singular consuelo el copioso :fruto que mediante la divina gracia se hacía. Fue- ron innumerables los negros adl!-ltos que bautizaron, siendo los párvulos en ma- yor número; y coro~ de estos tm:ichísi mos morían en aquella edad, y de la glo- ria de estos no les quedaba duda ni sos– pecha, era inexplicable el gozo que .les causaba cada uno de los párvulos que morfa. Ocupábanse también en las colo- nias de los portugueses que en aquella costa había, en predicar y confesará los cristianos, ejercítando con unos y otro¡;¡ obras de verdaderos'padres. En estas po– blncione.s no solo se mi mentaron ias vir– tudes, sino que á vista de la predicacíón y buen ejemplo de estos ,venerables pa- dres, se convirtieron muchos gentiles de aquellos Reinos vecinos, que al principio hallaron rebeldes. Estando ya bien cultivadas todas las dichas poblaciones y otras vecinas á ellas, en que vivían algunos cristianos; encargó el P. Serafín al P. Antonio de Jimena, que cnidnra de la misión y de los misioneros, mientraEÍ él pas1ba á Sie-,.., .· t , . , e1n ernanen rra Leona, con otros Padres, para predi-Sierra Leona, car á los gentpes y explorar los ánimos 4

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