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- 218 - ~.:s-.:s:.:s:-.:s:.:s:-.:s.-.:s:~.:s:.:s:.:s:~:.....! trepidez: ¡Oh, Padre! advierte V. P. que se ofrece al estos indios son enemigos encarnizados martirio. y traidores; y además que ellos son mu– chos y nosotroi;; poquísimos: por tanto, teri por cierto, que apenas nos venn nos 8cometerán y harán pedazos. Si quieres, yo gustosamente me acercaré á ellos; y si me quitasen la vida, con alegría hi consagro á Dlos por su salud; y dado caso que esto aconteciere, no he de ser yo tan ferozmente maltratado (lomo lo serías tú y tus comp&fieros. , Oyendo .esto el V. Padrf', lleno de ad– miración, alabando su celo por la gloria de Dios y la salvación de · las almas, le permitió que entrase solo. Y habiendo llegado á los indios, les empezó á decir que se sujetasen e;xpontáneamente á los PP. capuchinos que habían venido de Espafia solamente por su salud eter– na:.que abrazasen su doctrina, si que– rían conseguir la verdadera felicidad, porque sus almas eran inmortales, y so– lamente aquellos que confPsaban la fe católica y guardaban los "preceptos de la ley evangélica que ensefiaban los predichos Padres, podían poseer la vida eterna y gloriosa. Estos y otros saluda– bles consej0s dió Juan Granados á aque– llos indios, como lo hubiera hecho el más celoso predicador evangélico; mas los indios le acometieron con gran fero– cidad, le atravesaron el cuerpo con sus Predica .á los espadas y lanzH_s d~ mader,a y 1~ dejaron indios. solo. Mas al siguiente dia, viendo el V. P. Juan de Trigueros y sus compa-

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