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zos, machetes y otros instrumentos que su comporta- ellos apetecían y los religiosos les daban miento. para tenerlos contentos, así que lo con– seguían se iban á sus tierras, dejando solo al religioso, ·si no le quitaban la vida, en premio de lo que les había dado. Esto le pasó al P. Juan de Trigue– ros, que hizo una excursión por el tér· mino y jurisdicción de Guanare, ciudad de aquella provincia, y entró apostóli-. camente sin escolta alguna, reduciendo muchos indios Guamos y Da7;aros, los que á poco tiempo de poblados se vol– vieron á huir; y haciendo otra entrnda con indios prácticos para buscarlos, los encontró sobre el río de Guanare, en una ranchería, donde ellos levantaron gran gritería y se fu0ron huyendo río abajo; rnas porque no se espantasen, se quedó este religioso esperando en la ori– lla del río y envió á un indio intérprete de la misma Nación para que les dijese á los indios del monte que lo esperasen; y viendo que tardaba el indio intérpre– te, le fueron siguiendo por las huellas, y á cosa de media legua,.de distancia lo hallaron muerto á flechazos y lanzadas, qae le dieron los mismos inclios gentiles del monte que iban huyendo. Este indio, de santa memoria, verda– dero mártir de la fe, se llamaba Juan Granados, y fué el primero que por la doctrina y vigilancia de los Padres, de- rn donado . d ·a l . ·¡ . , l f ó miubir. Jatl O SU Vl a sa VaJe, reCl )10 a e cat .· lica y entabló una vida honesta y cris-

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