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- 68 - vo de Dios lo que Ntro. Rmo. P. Pro– oastig" Dios. vincial le dijo, y sin mudar de semblan– ,,. 10 • ctt!u,n- te ni inquietarse interior ni exterior- n1adores . . ' ~ . - . . . mellte, respondió diciendo: Padre, con- fieso que soy grandísimo pecador, y que si nuestro Señor no me tuviera de su mano, esas culpas que me impntan y otras muchaf5 más cometiera; pero gra– cias á Dios no me acusa la conciencia de tales delitos; sólo siento las ofensas que á Dio¡¡ hacen mis acusadores, y los encomendaré muy de veras á nuestro Señor, para que los perdone, como yo de todo corazón los perdono. Esta fué su respuesta, sin: querer defenderse n_i que– jarse; y lo que es más, sabiendo quienes eran sus acusadores., jamás les mostró el rostro torcido ni enojado. Pero Dios se cuidó de castigarlos bien pronto, pues uno de ellos murió de repente y el otro padeció gravísimos trab¡¡jos y desdoros en la religión; si bien ambos se arrepin– tieron de su culpa, y arrojándose á los pies del varón de Dins, le pidieron per– dón, confesando su iniquidad, resplan– deciendo así en todo la misericordia de Dios y su justicia. Premió su Magestad á su siervo aún en esta vida la resignación con que to– leró la expresada calumnia y la heroici, dad con que perdonó á los que intenta-. ron con crimen tan atroz disfamarlo; pues, aunque siempre fué comúnmente El P los per- tenido por hombre apostólico, desde en– dontt. tunees creció tanto la fama de su santi– dad, que así dentro como fuera de la

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