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CAPITULO VIII De otros lances que prueban la vir– tud de este Siervo de Dios. E c;tando nuestro P. Bernardino en la Oomi~ión de fundación de nuestro convento de un crimen. · Marchena, sucedió que dos hombre.s ofendidos de un labrador honrado, tra– taban de quitarle la vida, para vengar un desaire que ellos concibieron como enorme injuria. Tuvo noticia de todo el Duque de Arcos, sefior de la villa de Marchena, que estaba allí á la sazón, y llamando á los dos Caballeros se empe· ñó en desimpresionarlos del concepto que de la acción del labrador habían hecho, y por consiguiente en que le ha– bían de dar palabra de no hacerle agra– vio alguno. Ejecutaron ambos lo que el Duque les pedía, aunque el uno solo de boca, pues muy luego, ignorándolo el otro, dió muerte al labrador, y se ausen– tó, de modo que jamás se pudo saber donde se hallaba. Mucho sintió el Du– que la acción, y habiendo quien por complacerle le certificase que ambos · h&bian concurrido al asesinato, mandó prender al que hallándose inocente se mantenía· sin recelo alguno en su casa. Formalizóse el pro<2eso, y porque el Da- condenan á que 1'.o ~~viese por falsarios ~ los que un inoeente. extraJud1malmente culparon al mocente, no temieron estos hacer delante de Dios

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