BCCCAP00000000000000000000608

- 46 - garbanzo ó las berzas que en él venían, su mortifica,- y luego lo ap0rtaba sin probar la carhe, c,ón. El P. Maestro lo llamó, y le reprendió agriamente que sin licencia suya practi– case aquel género de mortificación; y preguntándole el motivo que tenía para no comer la carne, le respondió el coluro- r bino joven: Padre, desde aquella noche que V. P. .nos explicó las tentaciones .de la carne, y que el modo de vencerlas es huir y apartarse de ellas; no la he qunrido comer. Exceso de sencillez pa– recerá flsta contestación que dió Fr. Mel- .chor á 1as palabras de su Maestro; pero teniendo presente que stitlta mundi ele– git Deus, iit confundat sapientes, debe– mos venerar los di vinos arcanos de su infinita sabiduría, y confundirp_os al ver que dotó Dios á esta criatura con tan an– gelical pureza; pues, como tocó su Maes– tro, después de haber con sumó estudio examinado la conciencia de Fr. Melchor, jamás supo éste qué cosas fueron movi– mientos de impureza. Concluido su no– viciado profesó en nuestro convento de Sevilla el 18 de Marzo de 1673, y á po– co de haber profesado, lo envió la obe– diencia al convento de Granada, donde continuó su rígida y penitente vida, sien– do cristalino espejo en que los religiosos todos se miraban, para aprender á vivir como verdaderos capuchinos. Tre~ años solos vivió en nuestra religión sagrada, llenándola del buen olor y fragancia de Profesa, sus heróicas virtudes; y hallándolo Dios en sazón para trasplautar aquella flor á

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz