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- 44 - voc1ón, que despertaban á cuantos los Sus confesio- veían vivas ansias de imitarlos, siendo en nes. toda la Ciudad común ejemplo la vida de aquellos dos siervos de Dios. Maceraban sus delicadas carnes con ásperas disciplinas, buscando para ha– cerlas sitios ocultos y escusados_ La co– mida era igualmente parca, y solo la que necesitaban para conservar sus vidas.· Para aprovechar con mas fruto de sus almas el tiempo santo de la cuaresma, se retiraban á Sierra morena,donde sirvién, doles de albergue una opaca gruta, la pa– saban como penitentes solitarios, man– teniéndose con yerbas crudas, entrega– dos del todo á la oración y contempla– ción de las cosas celestiales; y pasado aquel tiempo se volvían á la ·ciudad a s;1s peniten- continuar sus santos ejercicios. Así vi– cia,,_. vieron el espacio de tres afí.os , hasta que á fines del de 1671 le ofreció el Señor á Fr. Melchor.un grandísimo quebranto, y fué que para premiará su compañero la solicitud con que le había servido, lo lla– mó para sí por medio de una enfermedad aguda, que muy en breve le quitó la vi– da. Lloró nuestro Fr. Melchor de su amado y fiel compañero la temprana muerte, si bien no dejó por esto de con– tinuar la observancia de aquel género de vida; pero viéndose solo, determinó dejar · el siglo y tomar el hábito de religioso en nuest.ra Orden Capuchina. Empezó coi1 P ·a - t vivas y eficaces ansias á solicitar el 1 e nues ro ll ,b'd l l . santo hábito. ser en e a rec1 1 o> iasta que o cons1- . guió y tomó el santo hábito á los 19 años

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